domingo, 30 de junio de 2019

LOS DOMINGOS CALLADOS




En un universo que despega precipitadamente todas las mañanas hay un día que se deja para el descanso, echamos a un lado los quehaceres diarios y cubrimos el domingo de tareas casi todas complacientes y sencillas. 

Un paseo, un desayuno tranquilo, un viaje, una lectura, una reunión de familia, un café amigo o una tarea que dejamos reservada para ese día porque sabemos que tendremos más tiempo. Hay una realidad para mucha gente que tomamos como costumbre: visitar a los que ya no están, los que un día cercano o lejano se inhumaron y volaron sus almas. Seguro que habrá gente que no le dará la importancia que otros de damos, pero la tiene. 

La palabra cementerio viene del término griego koimetérion, que significa dormitorio porque según la creencia cristiana, en el cementerio, los cuerpos dormían hasta el día de la resurrección. Un buen cristiano no teme a la muerte ni a los muertos, se acude allí como lo más natural como la lección que se tiene aprendida desde siempre y se les hace una visita. 

Esos son los domingos callados. Se quiebra el silencio con el revuelo de un pájaro o con la leve sacudida de las hojas de los árboles con el viento. Yo intento al igual que otras muchas personas llegar, pasar y marcharme sin romper el silencio de esos domingos callados.

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