“El traje de gitana se lo vamos a comprar “completito” para que le dure”
Esta era
una de las frases que se oía en cualquier casa, en las vísperas de Feria, cuando todo el pueblo se
disponía a vivir esas ansiadas fiestas. Y eso que te decía tu madre que el
traje de gitana tenía que estar “holgado” era tan cierto que años después se
iba utilizando ese mismo traje, solo con una diferencia, el traje cada vez
estaba más corto, pero te decían que eso era así y que ibas a “la moda”. El
consuelo que teníamos era que otras niñas de tu misma edad, no tenían la suerte
de llevar un traje, en las Fiestas del
Verdeo.
La Feria en los
años setenta, era muy diferente a la de la actualidad. Se vivía más esta fiesta
de día, donde la familia se reunía para almorzar en una de las pocas casetas
que había y las mujeres se encargaban de preparar las comidas y llevarlas de la
casa (tortillas, filetes empanados, carne en salsa…) Como veis, ahora se suele
hablar de crisis, pero entonces esa palabra no era nombrada, simplemente que no
había más remedio que aguantarse con lo que había y eso no era motivo para
“encogerse” y no disfrutar de la Feria.
Recuerdo
con cariño, cuando estaba la Portada en la esquina de Mariano. La calle Corredera engalanada con los
veladores de los establecimientos instalados en la calle. El paseo de caballos empezaba
a lucirse desde la Corredera. Pero cuando me iba entrando el “cosquilleo” era
cuando bajábamos por la Puerta de
Utrera, camino de La Fuente. La taberna de Julio “El Sereno”, “El Frenazo”. “El
Matero”, “El Bar de Aguilar”, “Kiosco Campana”, eran muchos los taberneros que
se frotaban las manos, porque en esos días era cuando se “hacía negocio”
El sonido
fuerte del altavoz de la Tómbola, el imparable tintineo de las escopetas de
balines que venían del “Salón de Tiro de Elisa”. El grupo Los Tajara con la incansable voz de Rafael cantando una y otra vez “Agua de coco, agua de coco”. Viví como
un sueño, cuando vinieron Los Romeros de
La Puebla y el bullicio que había por verlos, hicieron que los que estaban
dentro de la Caseta, corrieran las cortinas de lona para los que estábamos
fuera, pudiéramos oír esas voces entonando “Solano
de las Marismas”. El Pali,
cantando: “Mocita de Arahal vente
conmigo, a recoger el fruto de mis olivos” . Los Hermanos Reyes, que parecen que todavía suenan desde lo lejos
diciendo: “Pensamiento mío. No me
traiciones. Y no culpes a nadie, pensamiento. De mis errores”.
Los
cochecitos locos, el látigo, los puestos de turrones, las almendras
garrapiñadas, el algodón dulce que
siempre te prometían a la vuelta, y a la vuelta venías dormida en los brazos de
tu padre sin molestarte ningún ruido de aquel “laberinto” lleno de luces y de
alegría.