Foto: Juan Carlos López. |
Él es Arahal, es primavera y es invierno, es frío y calor, es latilla de cisco de las mujeres que iban a la fábrica de aceitunas, es hábito de penitencia, es bullicio en la Plaza Vieja, es mujer vestida de luto, es señal de la cruz, es oscuridad de un cuarto y luz amable de una azotea, es azulejo de los patios, es el Señor del infortunio, de los barrios, de los niños y de los abuelos, de los ojos llorosos y de la sonrisa en la cara, de los que piden y de los que nada esperan y es el amor de los padres que enseñan a sus hijos dónde está su casa. Él es viernes por la tarde, es final de una semana y comienzo de otra nueva.
Es desventura y osadía, es ilusión de una madre, es muralla y fortaleza, es quien escucha tus plegarias, es ayer, hoy y mañana, es el Dios de los gozosos y de los que tenemos hambre de Fe. Él es quien nos protege y al que acudimos cuando algo falla.
¿En cuántas casas, hoy viernes te rezan? Hoy no gozaremos de Tu presencia, no daremos esos pasos aprendidos de tantos años, pero permanecerás en nuestros ruegos: hoy más que nunca.
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