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Hubo que esperar al siglo XIX para que el gazpacho se tiñera de rojo con la presencia del tomate, una de las hortalizas con las que el Nuevo Mundo enriqueció nuestra alimentación. Paralelamente, con el tiempo fue ganando en ligereza, hasta convertirse en lo que hoy es el más universal de los platos andaluces: una refrescante sopa de vegetales a la que pueden añadirse tropezones de pan, tomate, cebolla, pepino y pimiento. Este primer plato se hace más variado con la inclusión de huevo cocido o pasas, y se convierte en más sofisticado si se le añaden unas rodajitas de langosta, unas huevas de salmón, unos taquitos de jamón… pongamos imaginación a la cosa.
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