Encasquetose más la capucha el fraile, y bajó aún más la cabeza, como si estuviera muy compungido.
-Y puesto que os habéis arreglado tan bien para infundir en vuestra orden esa creencia de que sois un sabio, vais demostrármelo a mí, contestando a estas tres preguntas: la primera. ¿Cuánto valgo yo? La segunda ¿Dónde está el centro de la tierra? La tercera. ¿En qué cosa estoy yo equivocado? Reflexionad bien y contestad con sabiduría porque si no, padre prior, os juro que lo pasaréis muy mal.
Tras estas enérgicas y amenazadoras palabras del rey, quedó el fraile inmóvil, metió las manos en las mangas como quien medita. Y después de permanecer así unos instantes contestó:
-A la primera pregunta de vuestra alteza, de cuánto podéis valer, os digo que veintinueve reales; recordad que a Jesucristo lo vendieron por treinta monedas, y no creo que vuestra alteza pretenda valer tanto como Nuestro Señor.
Satisfizo al rey la respuesta y aguardó.
-A vuestra segunda pregunta, de dónde está el centro de la Tierra, y sin que lo toméis a lisonja, os diré que el centro de la Tierra está mismamente donde tenéis puestos vuestros pies, no porque seáis rey, sino porque siendo la Tierra redonda, por cualquier sitio tiene ella debajo su centro.
Tambien satisfizo al rey la respuesta.
-Y finalmente, a vuestra tercera pregunta, sobre en qué cosa estáis equivocado, no sería yo quien me atreviese a señalar a un rey en sus asuntos de gobierno en lo que pueda estar equivocado, pero sí en ciertas cosas menudas y domésticas. Y así por ejemplo, os diré que en lo que ahora mismo estáis pensando, estáis completamente equivocado.
-¿Por qué?
-Porque en este momento pensáis que estáis hablando con el prior del convento de San Francisco, pero estáis equivocado porque con quién estáis hablando no es más que un lego de la cocina.
Y levantándose la capucha dejó ver su rostro.
Quedó maravillado don Pedro I del ingenio, aplomo y sobre todo del valor que el lego había tenido para comparecer ante él.
-¿Y por qué ha venido el leguito de la cocina en vez del prior, a quien había llamado?
-Porque la sabiduría de mi prior es tan grande, que no era necesario para estas preguntas, y pensó que para contestarlas sería suficiente el último lego del convento.
Comprendió el rey la sutileza con que el lego quería salvar a su prior, y contestó con otra argucia semejante.
-estás muy bien. Pues podéis decirle a vuestro prior, que su grandísima sabiduría es lástima que se desperdicie en una ciudad como ésta, en la que nos podemos bastar con la sabiduría de un lego. Así, que prepare su maleta, monte en su mula, y se vaya hacia otra ciudad de mayor calidad y grandeza que la nuestra, donde aprovechen mejor a Dios y a los hombres sus talentos. Yo me conformo con la modesta sabiduría de un lego, para que luzca y brille el primer convento de Sevilla. Así, que desde hoy veréis el prior de San Francisco.
Texto copiado del libro: tradiciones y leyendas del Rey don Pedro I- (Jose María de Mena)
1 comentario:
Muy buena leyenda me gusto mucho
un beso corazon
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